martes, 10 de junio de 2008

Uno Segundo Uno

Yo solo necesito once segundos para saber si estoy enamorada. A la que me presentan a un chico, si en once segundos no he sentido nada, se que nunca me enamoraré de él.

Juan se ríe de mis palabras y yo respondo preguntándole de qué se ríe. Él me mira, aún sonriendo, y me dice que todo aquello es una chorrada.

Yo, segura, respondo que no. Cuando lo conocí en once segundos no sentí nada, por eso puedo estar segura junto a él, con su amistad, sin miedo a romperla por terminar haciendo alguna tontería.

Su cara se desencaja un poco, me mira serio y dice “Lo capto”.

A veces no entiendo a Juan, a pesar de que le conozco hace ya dos años.

Sigo contándole mi teoría, mi método. Todos aquellos con los que he salido pasaron la prueba de los once segundos.

En ese momento veo la clara intención de mi amigo de decir “Pues mira que bien te ha salido”, pero no dejo que lo haga.

Le cuento que cada vez que me presentan a un hombre, como ya había dicho, empiezo a contar, y aunque me pregunte algo no respondo, hasta que hayan pasado los once segundos.

Si no he sentido nada, lo desecho.

Juan se levanta, airado. Parece enfadado. ¿Le pasa algo? Me levanto y lo sigo preguntándole que le pasa.

De pronto vuelve a mirarme y me quedo paralizada, avanza hacia mí y siento ganas de retroceder, pero no lo hago. ¿Por curiosidad tal vez?

Me tapa los ojos con la mano y me dice que cuente, que cuente hasta once en voz alta. Yo, asustada, lo hago, mientras siento que su otra mano coge una de las mías.

Uno… Dos… Tres…

Hasta once.

Juan se aparta, me deja verlo y me sonríe. “¿En serio no sientes nada?”, pregunta. Yo no respondo. Se vuelve a acercar, me coge y me besa.

Tal vez, en su caso, esos once segundos aún no habían acabado.